La última carta

"Querido Ëdgar:

Soy yo, la mujer que amas. Esta es la última carta que te escribo, estoy segura completamente de ello, es definitivamente la última carta de amor que le escribo a alguien, y a pesar de que nunca la leerás, todos mis pensamientos y sentimientos en ella se irán conmigo si no los plasmo aquí.

Recuerdo cuando te conocí, una tarde de agosto. Ibas de azul y yo con un vestido blanco. Odiaba tanto ese vestido, pero lo amé después cada que lo veía o lo usaba porque me recordaba ese día.Yo acababa de salir de una clase y tú ibas a... nunca me dijiste dónde. No tengo idea de cómo fue que dos completos extraños ya fueran amigos cuando el sol se ocultaba ese mismo día. Nos despedimos en los portales y después de ir en direcciones opuestas, ambos volteamos al mismo tiempo, no como en las películas que cada quién voltea sin que el otro se dé cuenta. Nos reímos y en ese momento supimos que, deliberadamente, nos volveríamos a ver.

Pasaron dos meses y por primera vez me besaste. No sabría describir la sensación, no fuiste el primero en hacerlo, pero cuando lo hiciste fue como si jamás alguien lo hubiera hecho y seguramente yo tampoco fui la primera... otra cosa que tampoco supe sobre tí jamás.. Pero no importaba el pasado, teníamos tantos sueños en ese entonces, como todos los jóvenes. Te presenté a mis amigas, dos de ellas te adoraron y una siempre te detestó, pero eso no importaba siempre y cuando estuviéramos juntos. Tú me presentaste a amigos tuyos y me di cuenta que no eras imaginario ni una proyección subconsciente mía, ya que un hombre sin pasado y sin amigos sólo podría ser ficticio o agente encubierto, y yo hubiera preferido lo primero para que no llegaran un día gente del gobierno a borrarme la memoria o algo peor. Murió tu tía, se casó mi hermano, viajamos a tres ciudades, una de ellas que ni a tí ni a mí nos gustó.

Cocinamos juntos, me mostraste tus dibujos de monstruos y cosas así, yo te enseñé a bailar. Bailé para tí yo sola... despertaba haciendo la cuenta de cuántas personas me importaban tanto como yo misma y siempre estabas en el número uno. Pasaron seis meses, vino el otoño, y todo se marchitó. Las discusiones se convirtieron en peleas, los apodos cariñosos en puñales que salían de nuestras bocas, que antes se juntaban de manera inocente, otras veces no tanto, y ahora sólo escupían veneno mientras que al darnos la espalda, veíamos el tiempo pasar y los dos sólo llorábamos esperando que uno de los dos se arrepintiera.

Y una vez yo no me arrepentí. Busqué a mis amigas, y encontré a alguien que pudo reemplazarte, al menos por sólo veinte minutos. Después supe que tú habías hecho lo mismo, da igual si antes o después, de todos modos lo nuestro ya estaba tan destruido que sabía que pasaría. Ahí nos dimos cuenta que las cosas no habían salido bien, y como todo lo que florece, lo nuestro se marchitó y murió. Fue cuando decidí alejarme de todo, de mis amigas, de mis padres, pero sobre todo de tí.

Pasaron diez años. Yo ya había reiniciado mi vida... me casé, tuve un hijo, me divorcié, tuve un gran éxito y pude comprar una casa en la que vivía yo sola con el niño. Alguna vez deseé que yo pudiera tener otro para que no se quedara solo, pero lamentablemente serían dos pequeños sin padre, y si yo me volviera a casar, sería por amor, no por buscar un padre para ellos. Imaginaba que tú habías hecho lo mismo, tenías una esposa y una hermosa familia. Tal vez lo tuyo sí salió bien, y tenías una casa más bonita que la mía. Durante un mes mi hijo anduvo viajando con su padre y yo me sentí tan sola, tan sola, que no tuve más remedio que buscarte. Llamé a personas que también te conocían, algunos se ofendieron, pero sólo dos de ellos supieron decirme dónde te encontraría. En el mismo lugar donde habías estado desde el día siguiente a mi partida

Entré después de muchas revisiones. Los médicos me dijeron que el día que llegaste, no podías mover las manos ni hablar. Te fuiste recuperando, pero comenzabas a tener conversaciones cuando el cuarto estaba vacío. No debieron haberme dejado entrar, sin duda en este país muchos médicos se equivocan. Ahí habías pasado los últimos diez años de tu vida. Cuando entré, te hablé. Te dije lo mucho que te había extrañado, y en cuanto oiste mi voz la reconociste y tus ojos se abrieron, tu boca sonrió como posiblemente no lo había hecho en años, y cuando volteaste a verme sólo dijiste: "¡no! todos estos años de tratamiento no los tiraré a la basura. De niño eran los monstruos, y desde hace años has sido tú. Pero no me engañarás, sé que te veo todas las noches porque mi cabeza lo quiere, no porque estés ahí. Me dijeron que estabas casada y con un hijo, no vendrías a perder tu tiempo con este loco. Aléjate, porque si los doctores se enteran de que te sigo viendo, nunca saldré de aquí."

Insistí durante dos horas, pero nunca creíste. Me fui llorando, casi llegando a mi casa comenzó a llover. Estacioné mal mi auto, de hecho creo que está rayado pero esta vez no me importa. Tal vez este renglón ni siquiera lo entienda quien encuentre este papel porque sigo llorando, y más mientras escribo esta línea. He tenido demasiado, cualquiera pensaría que yo triunfé y tú fracasaste, pero eso es una mentira. Yo ya he perdido las ganas de vivir y la última esperanza de que la recuperara, cree que soy una alucinación suya. Si Dios existe, debe ser mucho más paciente que como lo pintan, ya que millones de ateos existen y yo no soporté eso contigo, que aún significas el mundo para mí. Mi hijo prefiere estar con mi ex marido y su maldita secretaria, es tiempo de despedirme, y por alguna razón no de ellos, sino de tí. Adiós Édgar, espero que si alguna vez nos volvamos a ver, ya estés completamente sano"

Comentarios

Diana_Albatou ha dicho que…
¡Qué tierno! y triste, pero bonito.

Entradas populares